viernes, 21 de agosto de 2009

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:estaría siempre ligada a sí, y siempre trataría de cambiarlo / dicho esto cabría la posibilidad de declarar que lo que ella perseguía era más bien ese aire de nostalgia que traían consigo los desayunos y las cenas que algo habían determinado en ella, el abrir y el cerrar del día, de un día / aislado en ello estaba el momento en que todo sucedía y se perdía, anquilosado el transcurrir de la mirada sobre las sombras de las cosas / algo estrictamente verdeazul se cernía sobre los párpados al ondear la memoria sobre unas papas frías en el McDonalds del centro / nunca podría saber si su recuerdo olía a mar o a aire acondicionado, porque esta forma de pensar los olores era más bien suya, es decir, del anósmico / para él, visto desde ella, el mundo venía en una suerte de colores imprecisos que cabreaban unos sobre otros como frijoles saltarines que él usaba más para trazar rutas azarosas al pasado, que para esbozar vaticinios improbables /
sorprendida en la poca sofisticación de sus notas, se supo extraña, aturdida por las líneas que las palabras revelaban y truncaban con veleidad / otra vez ella en él sin ser vista no no no él hecho girones en los fragmentos de ella, confundidos, segada la garganta del tiempo sobre ese archipiélago de instantes que eran ellos, vividos en soledad / otra vez el estertor de la inventiva, la sucesión de lo incontinuo /

miércoles, 19 de agosto de 2009

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porque así lo había decidido, aquel punto rojo y luminoso se volvió el centro de sus pensamientos, esa pequeña luz parpadeante que marcaba el paso de los segundos y que a ratos parecía marcar el paso de vidas enteras
en esta nueva vida en la que ahora se encontraba había la sorpresa de hablar de sí como si fuera otra: y lo era: tras una pausa así, en un abrir y cerrar de luz: era otra: enajenada de sus manos crecidas y ligeras como globos inútiles, exiliada en las puntas de los dedos de los pies, mirando el otro extremo de la balsa con desgano, con el deseo del hundimiento latiendo en unas venas que no eran suyas, pero el deseo sí, ese sí que era suyo, o ella de él, desvanecidos sus límites en ese flotar denso, se ejercía la propiedad con propiedad
una vida más y en ella un hambre pasajera de plenitud, un hambre que viajaba en ella y que siempre sería
una vida más y el galopar impreciso del sueño traído en manos del cansancio ¿de quién era el galopar entonces? y en un silencio lento llegaba el llanto, cansado de venir siempre en sueños, hambriento de vigilia, hastiado de ser siempre el señuelo del naufragio
y en este último parpadeo se vio frente a sí con la boca seca de gesticular en vano

lunes, 3 de agosto de 2009

Primer eco del anósmico


Lisboa, Lisboa, tus manos son pájaros extraños que agitan con su vuelo el destino de las nubes allá, donde sesgó su hundimiento el agua. En domingos como éste zarpan velas desde puertos transparentes, zarpan y se encienden buscando develar tu rostro, pero el aire las consume en su deriva, mucho antes de morder la sombra de tu sombra.
En domingos como éste te busco en círculos, siguiendo con el dedo la boca de la taza de un café que no apetezco, siguiendo con curiosidad maliciosa la boca de domingos como éste, que como un cíclido incuban en su boca toda suerte de caídas y apariciones... como esta tarde en que vuelvo al sonido de tu nombre Lisbonne, Lisbona, Lisboa, y escribo para ti esta confesión ciega. Rara vez escribo, lo hago cuando soy más débil de lo usual, y pasa sobre mí ese otro ajeno que hurga en las cosas y las ideas con la voracidad lamentable e irrisoria de un perro callejero, cuando las formas que he asignado a los olores se deslizan unas tras otras y todo es una confusión de celofanes de colores, cuando como hoy miro tu nombre en un mapa arrugado y me parece estar en ti como en un sueño, y te doy por nombre Lisboa y te unto de cenizas y celofanes que copulan con apremio, y tus tranvías huelen a triángulos verdes, y las lozas de tus calles, a pequeños círculos grises tras la lluvia.
Pero todo esto son sólo cosas que siento a pedazos, que salen de cuadro y se acotan al margen de lo que me inunda. Ya no eres tú, algo se mueve y forma una elipsis en la que todo cae, y todo se entiende en ti pero no eres tú, sino esa procesión de sombras chinas que mi intuición proyectó de ti para sucederme en ella. Pero ¿qué sabes tú de ti, que no sea lo que los vencidos como yo te hemos inventado? Hoy tienes un poco más de ti en ese imaginario oblicuo en que tus manos, pájaros sombríos, agitan su vuelo hacia el eclipse.
Lo que nunca se dormía del todo, era una cierta idea de magnolias. Aunque los árboles donde ellas vivían hubieran quedado en el camino, ellas estaban cerca, escondidas detrás de los ojos.

F.H.