viernes, 3 de octubre de 2008

El perro de Pavlov

Al final de su vida, el perro de Pavlov aún salivaba al oír sonar la campana, y una fe incomprensible en la humanidad le sacudía la espina hasta hacerle mover la cola. Al final de su vida, el perro de Pavlov.

1 comentario:

Elsa RBrondo dijo...

Gracias, María Font (¿sabes algo del poeta García Madero?), por incluirme en tu página. Me pienso ahora mismo como perro pavloviano, porque la estúpida fe en la humanidad es algo que se elije y al paso del tiempo se vuelve irrenunciable, aunque al sonar la campana nunca aparezca la comida.

Lo que nunca se dormía del todo, era una cierta idea de magnolias. Aunque los árboles donde ellas vivían hubieran quedado en el camino, ellas estaban cerca, escondidas detrás de los ojos.

F.H.