Lloré de soberbia hasta que todo se me deshizo en los puños. Pero sé que todo vuelve a crecer en los otros al día siguiente. Cierro los párpados y las palabras caen de las repisas. Tiemblo y camino irremediablemente tras la zanahoria. Mi desnudez es una trampa de luz, un reflejo de cielo en la ventana. Mi cuerpo es un errar... no no no ¿qué es mi cuerpo? Mi cuerpo es un batir de palomillas alrededor de una bombilla eléctrica, galerías que recorre un sigilo en llamas. Aún quedan tormentas en las cornisas: mirando con terror el vacío que aguarda su caida, clavan las uñas con ardor y desconsuelo, y yo siento por ellas un escalofrío de escamas. Quiero que me hagas daño. NECESITO que me hagas daño. Necesito saber que aún queda algo que arde además de la muerte.
Lo que nunca se dormía del todo, era una cierta idea de magnolias. Aunque los árboles donde ellas vivían hubieran quedado en el camino, ellas estaban cerca, escondidas detrás de los ojos. F.H.
lunes, 20 de octubre de 2008
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Lo que nunca se dormía del todo, era una cierta idea de magnolias. Aunque los árboles donde ellas vivían hubieran quedado en el camino, ellas estaban cerca, escondidas detrás de los ojos.
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