De vuelta a la imagen del cansancio del animal liberado, desentumo los omoplatos con movimientos circulares, no hay manera de saber cuál fue el movimiento que me liberó. Sé del polvo que reposa frío en mi cabello y del sigilo con que efervece mi sangre de otra noche en esta sangre que ahora me habita. ¿Qué movimiento en medio de la histeria me habrá liberado entonces? Tal vez un aislamiento y un deseo de continuidad que sólo logro comprender durante la caída. Pero la libertad conseguida dura apenas lo que dura el cansancio de conseguirla, y a su fin llega de nuevo la histeria venida de ignorar el movimiento único y clave que habrá de liberarme de lo que no conozco y me sofoca. La búsqueda intermitente de lo que no existe todavía, y no se sabe si habrá de existir. La espera, la efervescencia propia y ajena, el cansancio siempre.
Lo que nunca se dormía del todo, era una cierta idea de magnolias. Aunque los árboles donde ellas vivían hubieran quedado en el camino, ellas estaban cerca, escondidas detrás de los ojos. F.H.
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Lo que nunca se dormía del todo, era una cierta idea de magnolias. Aunque los árboles donde ellas vivían hubieran quedado en el camino, ellas estaban cerca, escondidas detrás de los ojos.
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