El hombre de las ovejas abraza un corderito. Lo eleva hasta su cara y hunde la nariz en su lana, aspira. Los murmullos de la hierba que estallan en su cerebro son las mismas patas hundidas en la hierba del corderito que se agita entre sus brazos, pero de estos murmullos escurre un tiempo sincopado que vibra paralelamente a destiempo con el tiempo de su corazón. Su espera debe ser más dulce que la de los vecinos que lo miran asombrados a traves del cristal.
Lo que nunca se dormía del todo, era una cierta idea de magnolias. Aunque los árboles donde ellas vivían hubieran quedado en el camino, ellas estaban cerca, escondidas detrás de los ojos. F.H.
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Lo que nunca se dormía del todo, era una cierta idea de magnolias. Aunque los árboles donde ellas vivían hubieran quedado en el camino, ellas estaban cerca, escondidas detrás de los ojos.
F.H.
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2 comentarios:
El bucolismo, la enunciación inesperada, el llevamiento de la escena a un segundo plano, desde donde observan o son observados. Si lo encontrara en un poemario de Simic, diría que es uno de los buenos.
Pero es tuyo y me re-encantó.
¡Quien fuera el hombre prendido al cordero, que hunde su nariz entre la lana!
Sí, sabemos que en su soledad espera, pero su soledad debe ser más dulce incluso que la nuestra.
Oye, no te había leido pero me quedo alucinado, gracias por ponerme en el blogroll pues..
me encantó este, la seducción como la línea que dibuja lo no dicho, me llegó el narizón de la obeja... saludos
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